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jueves, 10 de febrero de 2011

Fundación Incaica de Camaná

                                                        

Inca Roca llega a Camaná

Cuento publlicado en el libro: "Camaná, Leyenda y Realidad" (Juan Carlos Gamarra) Aporte Perú Ediciones Camaná, Perú 2007.

                                                

Los changos o Uros, en base a sus artes para la pesca y a su posterior incursión en la agricultura, pudieron convertir al amplio y ubérrimo pueblo de Camata, en un valle hermoso y fecundo. La pujanza de sus hombres y la energía sutil de las mujeres, los que juntos hacían una población de casi 20 mil aborígenes, en sus faenas de pesca y caza integrábanse en el amplio litoral, junto a los valles de Ucunna, Atiquepay, Aticu, Acari Quellca y Tambo, en una amplia franja de progreso y desarrollo costero.

Su interacción constante con los pueblos andinos, dejaban entrever la innegable influencia de los Tiahuanacos y Collaguas, la misma que se podía apreciar en su cerámica, textilería y arquitectura. Raza noble que fué desarrollando bajo el influjo de sus tradiciones propias y naturales por centurias.

En el Cuzco ya se había instaurado el Imperio Incaico, tras muchos periodos de organización y gobierno, éste aún no alcanzaba el prodigioso valle de Camaná entre sus dominios. Así, después de haber ocupado el mandato cuatro soberanos incas, asume el poder en otoño de 1276 Cápac Yupanqui, hijo de Mama Tancaray Yacchi Chimpu Urma.

Luego de cinco años de haber asumido el poder encarga su hijo Inca Roca, a su hermano Auqui Titu y cuatro maestros del campo, que escogió entre sus ministros Camayoc, la conquista de Camata. El nuevo Inca había oído hablar entre los expedicionarios e indios que se internaban quebrada abajo, rumbo al mar, de las bondades espléndidas que mostraba éste gran valle.

Su intriga por conocer de aquellos extraños productos marinos y la resultante importancia estratégica que tendría para su Imperio la aproximación al mar, hizo que el Inca orientara inicialmente su interés hacia la costa.

La expedición partió hacia la costa los primeros días del mes de diciembre de 1281, fué iniciada bajando por Rucanas, recorriendo los valles desde Nazca hasta Arequipa sojuzgando las poblaciones y valles de Yauca, Accari, Uhina, Arahuire, Pitac, Aticu, Atiqquepay, Uccuna, hasta llegar al valle de Camata y luego al de Quellca y Chulli. La expedición encabezada por Inca Roca y Auqui Titu, hizo su ingreso a la ciudad de Camata, asentada en la zona de Huacapuy, el décimo sexto día del mes de Febrero del año de 1282.

Su ingreso fue escoltado por una centena de guerreros expedicionarios, los mismos que después de tan largas y agotadoras jornadas se vieron recompensados a la llegada de tan majestuoso valle. Los lugareños ya habían oído hablar de la existencia de un gran Imperio, sin embargo, ninguno de ellos esperaba preparado el arribo del grupo de encomendados del Inca.

Al ingresar por la zona de Pucchún, las tropas imperiales hicieron su última parada para tomar aliento en su final avance, las rústicas casas de los pueblerinos indicaban la llegada al centro del orbe de Camata.

Luego, al ingresar a la explanada, los lugareños se vieron sorprendidos por la vestimenta imperial y el uniforme alineamiento de los hombres que secundaban a los nobles visitantes, los pueblerinos salían de sus chozas y cabañas, los pescadores regresaban del mar, los balseros del río, todo el pueblo admirado al extremo, se reunió en el centro de Huacapuy a presenciar la llegada de tan ilustres visitantes.

Inca Roca, hijo del líder soberano, subiéndose a un lugar elevado junto a la explanada del valle se dirijió en voz alta a los indígenas:

“Eh aquí ante ustedes, el hijo del Inca, soberano del Tahuantisuyo, Cápac Yupanqui, quinto gobernante del Imperio del Sol, quien me ha encomendado la sujeción de éste pueblo, que a partir de hoy pertenecerá al Imperio y será gobernado bajo sus leyes y normas. Traigo aquí la estopa dorada que mi padre me ha entregado en señal de buena voluntad y deseo de que éste nuevo pueblo, brinde a sus descendientes el bienestar y la salud que todos ustedes merecen”.

Inca Roca, acompañado de Auqui Titu y de su séquito imperial dirigiéndose al centro de la explanada, hunde ligeramente la estopa sagrada sobre el arcilloso piso de Huacapuy. Habiendo ya observado desde lo más alto lo amplio y extenso del valle, pronuncia enfáticamente:
“Por la sangre imperial derramada y por la lealtad y nobleza de sus descendientes en éste grandioso valle, declaro integrado al imperio a tan noble pueblo con el nombre de CAMANA.”.De ésta manera, Inca Roca procede a la fundación de la cálida Camaná en los lares de Huacapuy, en las zonas proximales al río. Consumado éste solemne acto, el gran líder imperial recorre, acompañado de su séquito, el extenso valle costero. Primero se desplaza hacia el mar, descalzo y emocionado. Sobre la blanda arena respira la fresca brisa y recrea su adusta mirada en las aves migratorias y moratorias de tan singular escena.

Cangrejos rojos, de patas largas, camaroncillos de mar que asoman intermitentes sus antenas entre la bruma marina, señalan la dirección hacia la naciente del sol que yacía sereno, invadiendo con sus rayos dorados la palmedad e inmensidad del océano.

Inca Roca se enamora, la sangre atiborrada de sus pies se eleva solemne hasta su rostro, su expresión de embeleso adosa el simil sensitivo de su adolescencia, cuando vio por primera vez a su amada Sichi Amuytami.

Esta vez no es una mujer, pero su belleza es tal, que no puede hacer más que sucumbir ante tan voluptuosa hilaridad pictórica. El mar, ¡sí, el inmenso mar!, la brisa marina, el sol, las aves, los peces descollando sus deltas, la inmensidad ¡sí, la inmensidad perpetua del principio y del final!, ante sus ojos se perdía el origen y el epílogo de la playa, el principio y el fin del océano, el principio y el fin del valle sólo podían caber en el sistema métrico de una imaginación absoluta, profunda y visionaria.

Camaná era el nombre de su nueva novia, la que sin poder abrazar, sentía su abrazo presente, envolviéndolo cual magia celestial. Inca Roca pasó su infancia en el Cuzco, allí corrió detrás de las llamas, vicuñas y guanacos, conoció desde pequeño la majestuosidad del imperio, del verde valle de Vilcabamba, del río y de las montañas.

El viaje había durado alrededor de dos meses, luego de que su padre Cápac Yupanqui ordenara los primeros días de diciembre el sojuzgamiento de los pueblos de la costa desde Accari hasta Quellca . En Aticcu tuvo la oportunidad de apreciar el inmenso mar, pero ésta era la primera vez que pudo confrontarse pleno, absoluto, frente a frente y con el encanto de haber llegado a un lugar maravilloso.

En éste caso la costa le había prodigado un paisaje distinto que el de su amado Cuzco y cual niño que descubre el efecto encantador de un nuevo juguete, el hijo del Inca, sucumbió estupefacto ante la magnanimidad de tan preciada zona. Inca Roca permaneció una semana en Camaná. Antes de enrumbar a Quellca, conoció las lagunas de Tillmaca, los pantanales de Altamisay, los criaderos de Pampata, Characta y Sonay, los lares anchurosos de Pampa Sarriá, el paraje de Calipuy, las vertientes del Chiflón y Rimacsuma.

El Inca se bañó en el mar día tras día al amanecer, revitalizado y sereno, el agua fría le templaba los nervios, así el temperamento inquieto e inquisitivo del Inca se amenguaba lozano para organizar la sede de la costa más importante del reino Inca CAMANA, capital histórica del Contisuyo.

Naroc Ccama fué designado por el jefe imperial como gobernador responsable de la administración de Camata o Camana, descendiente directo de Huárac Quisquis y Suma Huantara, llevaba como emblema la sangre de su ancestro más connotado.

El recordado y entronizado Kusi Huamalloc, conductor supremo de la rebelión más importante de la historia primitiva del Perú y América, conocida por ellos como “La Rebelión de los Changos”.

Ccama no solamente era un hombre cuya destreza, fuerza y habilidad sobresalían nítidamente entre sus coterráneos, sino, lo que es mejor, su carácter alegre y efusivo lo convertían desde ya en un líder natural de su pueblo.

Inca Roca, bajo la asesoría de Naroc Ccama, decidió establecer la región de gobierno imperial en las huestes del Cerro Rimacpata (El Castillo), allí se diseñó un gran camino de entrada con enormes murallas acorazadas de piedra y granito. La ubicación privilegiada del cerro le permitiría ejercer un control y dominio preferencial de toda la zona.

Inca Roca inició su travesía, rumbo a Quellca, un 26 de Febrero del año 1282. Los pobladores aborígenes, después de haber compartido más de una semana con el mismísimo hijo del Inca, entendieron que sus hermanos mayores habían alcanzado un grado de organización y administración social del cual ya no podían estar ajenos.

En una gran caminata, pueblerinos, mayores, ancianos, mujeres y niños, acompañaban a su soberano hasta la salida de Camaná. Al llegar a un lugar donde el cerro se une con el mar, luego de atravesar por unos cerrillos cóncavos con especie de cuevas, Naroc Ccama, acompañado de todo su pueblo, despide al líder Inca:

“Que la gracia del sol, de la luna y de la tierra os acompañe en vuestro largo viaje. Los apus dichosos han acogido vuestra presencia en nuestra tierra y de seguro que permanecerá vuestra ley perenne en nuestro leal y glorioso pueblo”.

Inca Roca agita su mano, eleva su cetro y pletórico de sentida emoción, exclama:

- “Oh, gran pueblo de Camaná, noble y soberano, me marcho de aquí sintiéndome satisfecho de haber rescatado para el Imperio el valle más hermoso de la costa por mí conocido. Mi padre, el Inca Cápac Yupanqui, se sentirá orgulloso de que ésta ubérrima tierra forma ya parte del Tahuantisuyo”.

- “Me marcho –prosiguió el Inca – pero sobre éste suelo dejo mis huellas, en éste aire mis más dulces suspiros, en éste mar mi templanza y con vosotros mi corazón”.

El hijo del Inca y su séquito avanzan, el pueblo entero bate sus manos, no es un dios del cielo el que ha arribado y ha permanecido allí, no tiene ojos de fuego, es más bien como ellos, su misma cara, sus mismos rasgos, su misma voz, la diferencia son sus trajes, sus largos trajes de plumas, de forma multicolor, de tejido fino, de figuras meticulosamente bordadas. Ellos han visto al hijo del Inca y saben, a partir de hoy, que muchos hermanos como ellos viven próximos allí, bajo el gobierno de un Uro mayor, un Chango supremo o un Arawac absoluto. Naroc Ccama, gobernó veinte años, lo sucedió Urpi Watanay, luego Huiray Runa, Sami Uncur, Suni Antara, Rima Cuchuy y Saiti Quichuy.

7 comentarios:

  1. Grande MI Camaná QUerida, un Hijo tuyo desde JAPÓN

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  2. MUY BUENO ME AYUDO MUCHO CON UN TRABAJO DE LA UNIVERSIDAD GRACIASS......

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    1. A ti te lo dejaron en la universidad yo soy una niña de 10 años y ya me dejaron un trabajo asi
      estoy como mi papá

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  3. FELICITACIONES A JUAN CARLOS GAMARRA,POR TAL PUBLICACION, INTERESANTE PARA LOS LECTORES QUE AUN NO SABEN NUESTRA HISTORIA.

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  4. Espléndido artículo Juan Carlos Gamarra. Saludos desde la ciudad de Ayacucho.

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  5. muy buena historia pero esta llena de faltas ortograficas. que confunden a los lectores sobre todo estudiantes.

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