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viernes, 13 de agosto de 2010

TESTIMONIO DE UN SOBREVIVIENTE DEL TUCAPEL

El naufragio del "Tucapel"

TESTIMONIO DE UN SOBREVIVIENTE

La lucha por la vida en momentos horribles



(Diario El deber, Arequipa 8 de setiembre de 1911)


Por tren llegó a Arequipa uno de los náufragos del vapor “Tucapel” don Lázaro H. Zamudio, natural de esta ciudad, de 26 años de edad; antiguo tipógrafo que estuvo últimamente empleado en Lima en una notable librería de la capital.

Nos dijo que se embarcó en el Callao, de regreso al suelo natal, el viernes uno de setiembre del presente mes, haciendo su itinerario el buque sin novedad alguna, hasta la hora en la que se realizó la pérdida de la nave.

A las cuatro de la mañana del lunes 4, en los momentos que se hacía el relevo de la guardia en el vapor, el segundo piloto que se hacía cargo de su puesto, observó que el buque había desviado su rumbo conocido y alarmado dio parte de lo que ocurría al Capitán Collins, afirmando que la nave se encontraba en gran peligro, lo mismo que éste constató enseguida, dando con vertiginosa actividad las instrucciones del caso; el hecho se realizaba como a tres cuadras de distancia de la costa. los demás timoneles enterados de lo que ocurría, dieron la voz de alarma a la tripulación y el “sálvese quien pueda” entregándose todos a la obra de salvamento.
A esa hora estuvo Zamudio en su camarote, despierto y semivestido, cuando sintió un rudo sacudimiento y que todos los objetos que existían a bordo se caían al suelo estrepitosamente, salió fuera del camarote con precipitación y encontró que los tripulantes y pasajeros se hallaban fuera y a los timoneles dando aviso de la iniciación del naufragio.
Subió donde estaban los camarotes de primera clase, para cerciorarse mejor de lo que acontecía, y vio a una señorita llamada Aurora Bedoya, hija del Capitán de Quilca, que daba gritos de desesperación y suplicaba a un pasajero inglés que la salvase y que en este instante se arrojaba al mar una chalupa por el lado del tumbo grande, la que en el acto fracasó, con la gente que se embarcó en ella, porque no había gente experta que la manejase.

A la segunda chalupa se le arrojó hacia el lado de tierra y aprovechando de ella pudo descolgarse por un cable, encontrando posesionadas ya a cuatro personas, oyéndose en este acto el último pitido de abordo apagándose enseguida las luces. Allí supo que una plancha de hierro cayó sobre el primer piloto fracturándole una pierna y muriendo a consecuencia de éste golpe, la lancha en la que se salvó se llenó con 30 sobrevivientes, alejándose ésta precipitadamente del costado del buque, por temor a que explosionasen las calderas de la máquina y también porque el oleaje era furioso.
Desembarcado Zamudio, pudo notar que venía un botecito que era juguete de las aguas, en el iba el capitán Collins y varios oficiales de la nave, pero que una gran ola los envolvió de repente desapareciendo todos los tripulantes, espectáculo horrible, que conmovió mucho a los que presenciaron, sin haber podido prestar el oportuno auxilio.
Después de un momento, sólo se distinguían cabezas que se movían en todas las direcciones; a esa hora notó que el “Tucapel”, estaba ya esqueletizado…

Ellos sin embargo llegaron a la costa desnudos y en el más lastimoso estado, encontró en ella un sacerdote que inspiraba pena en la situación que había quedado después de haber salvado de la muerte, que pudieron llegar con felicidad a tierra guiados por una fogata, que había prendido en la playa, un individuo de apellido Núñez.
los pobres náufragos, que yacían ateridos de frío, desnudos y formando el cuadro más aterrador, permanecieron amparados sólo por las gentes del lugar, hasta las seis de la tarde se contaron hasta ese momento 30 o 40 náufragos, en la noche los condujeron a un pueblo inmediato que es un pago;

El martes 5 en la mañana, vio Zamudio desde la playa, que a bordo del vapor náufrago aún quedaban muchas personas, que a gritos solicitaban auxilio y que un joven se amarró a una tabla arrojándose al mar con rara intrepidez, llevándolo la corriente hasta el sitio de la costa llamado Chiflón, lográndose salvar, después de una lucha titánica con las olas.

Este joven, dijo, que a bordo quedaban 23 personas, que era seguro iban a perecer, entre ellos algunos chilenos, franceses y argentinos de nacionalidad, añade Zamudio que en Camaná, una caritativa familia Vargas, le prestó socorros y que en casa de ella esperó hasta ver el final del buque.

El miércoles 6, en la mañana, estuvo en la playa y como a las 9 de la mañana, notó que se desprendió de a bordo, una puerta grande que cayó al mar, de la que aprovecharon los náufragos para ponerse a salvo, pero desgraciadamente en ese mismo instante, cayó la parte central del navío, aplastando a todos, con excepción de un individuo, que cogió una tabla y se deslizó sobre la superficie.
Zamudio se fue a caballo hasta Camaná y de allí todos los náufragos en borricos, caballos y mulos emprendieron viaje a Quilca, donde los embarcaron en el vapor “Maipo”. a sus respectivos destinos.

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